El día Internacional del Trabajador, fecha emblemática que resalta, desde concurridas marchas de sindicatos de trabajadores, que parecen festejos, el homenaje a los derechos conquistados por la clase trabajadora y el grato feriado que brinda la fecha en sí. Es una lucha, que costó vidas y libertades, marcó un antes y un después en la historia del movimiento obrero.
En cada país, en cada rincón del planeta, este día une a quienes construyen diariamente el presente y el futuro: los trabajadores, y en este articulo intentaremos conmemorarles haciendo alusión a algunas representaciones artísticas colombianas que homenajean a la clase trabajadora.
María Cano, nos enseñó que en el primero de mayo se conmemora el día del trabajador y la trabajadora, y no únicamente del trabajo per se. Nos demostró que más que celebrar el día por la labor, había que hacerlo por las luchas que generaron unas condiciones más dignas para desarrollar esas labores. No es solo un día de festejo, es también un llamado a la memoria en el reclamo de los derechos que gozamos hoy.
A comienzos del siglo XX, Betsabé Espinal, María Cano y Juana Julia Guzmán, así como las telefonistas de Bogotá y las escogedoras de café en el Viejo Caldas, simbolizaron el liderazgo de las mujeres trabajadoras en la historia de las luchas por los derechos de la clase obrera en Colombia. Las traemos aquí, para recordarlas.
La cultura colombiana, ha encontrado diferentes lugares, espacios y representaciones para hablar sobre el día del trabajador y la trabajadora y por supuesto, también de sus condiciones. Aquí les mencionaremos algunos de ellos:
Arranquemos por la literatura, con una novela que nos presentó una radiografía del trabajo de la industria cauchera colombiana. En ella nos adentramos en los paisajes selváticos de la Amazonía, ondeando con los atardeceres llaneros entre historias de amores, desamores y desventuras de un viaje que situó la explotación de los trabajadores caucheros, rompiendo en sus relatos toda idea de quietud que pudiera observarse en otras obras de época de principios del siglo XX. ¿Ya adivinaron a cuál libro nos referimos?
En La Vorágine de José Eustasio Rivera, publicada en 1924, quedó bastante clara la deuda inscrita que aún no ha sido pagada, ni mucho menos reparada a los pueblos indígenas mutilados y diezmados por las empresas extractivistas, que se enriquecieron a costa de nuestros recursos naturales.
En esa misma línea, años después, Gabriel García Márquez, nos regaló en una de sus obras conocidas, Cien Años de Soledad. En ella nos narra los sucesos ocurridos durante la huelga de los trabajadores de la compañía bananera de Macondo, haciendo alusión a los trabajadores de la empresa estadounidense United Fruit Company, La Masacre de las Bananeras.
Este acontecimiento también fue representado, a través de la pintura por una mujer antioqueña que no pasó desapercibida en la historia reciente colombiana, Débora Arango, “la artista que desnudo a Colombia”, recreó en el cuadro “El tren de la muerte”, las filas de huelguistas asesinados en la estación del ferrocarril de Ciénaga en 1928.
Regresemos a nuestra María Cano, la apodada “La Flor del trabajo”, quien perfumó sus consignas con una lucha para todos. Fue la primera mujer en participar activamente en la vida política del país desde una perspectiva obrera y feminista, se convirtió en una voz influyente en la defensa de los derechos de los trabajadores, desde su natal Medellín.
María, hizo parte del naciente movimiento obrero y sindicalista, representado en películas colombianas que retrataron el contexto de tensiones laborales y sociales del país, como se vio en: La historia del baúl rosado, Chircales, Amor, mujeres y flores, o la telenovela colombiana “La Saga, negocio de familia”, la cual en su calidad narrativa, retrató la historia de Colombia, a través de varias generaciones, iniciando por la década del 1930 y la migración de personas del campo a la ciudad de Bogotá, quienes a raíz del exilio, se convirtieron en trabajadores de fábricas consolidadas de la capital.
Entre 1988 y 2001, se transmitió un documental realizado por la Universidad del Valle y emitido por Telepacífico, “Rostros y Rastros”, el cual abordaba en cada episodio, historias de los habitantes de la ciudad de Cali y el Pacífico colombiano, mostrando temas cómo la precarización de los vendedores ambulantes, las realidades de las trabajadoras sexuales, las condiciones del trabajo doméstico o, las historias de comunidades afectadas por el conflicto armado.
El teatro, como siempre, nos brindó y nos seguirá brindando arte para rato. Nos retrató en la obra “Guadalupe años cincuenta”, el reflejo de las huelgas obreras, la violencia política y los levantamientos campesinos de los años cincuenta.
¿Y la música? ¡Ah! La que nunca falla, a modo de un bambuco, el fallecido compositor León Cardona, nos indicó en Canción para el obrero: “Soy el hombre que trabaja arduamente bajo el sol y el viento”, haciendo eco de las luchas vigentes para lograr una dignificación laboral.
Recordar a nuestras abuelas y abuelos, padres, madres o tíos, inclusive observarnos a nosotros mismos, es la invitación constante para situarnos como los labradores de historias, destinados algunos a trabajar en labores quizás diferentes a nuestras vocaciones, pero que nos han hecho hábiles en oficios que aportan a la construcción de una realidad e idea de país. Este es el acto de trabajar que merece ser reivindicado siempre.
Los libros recomendados:
- La Vorágine. José Eustasio Rivera
- Cien años de soledad. Gabriel García Márquez
Películas:
- La historia del baúl rosado. Dirigida por Libia Stella Gómez
- Chircales. Dirigida por Martha Rodríguez
- Amor, mujeres y flores. Dirigida por Marta Rodríguez
Telenovela:
- La Saga, negocio de familia. Producida por Caracol Televisión
Documentales:
- Rostros y Rastros. Dirigido por la Universidad del Valle
Canciones:
- Canción para el obrero. Autor, Leonardo Cardona.