Hoy la vida pública de los creadores no se reduce a lo que ponen en escena, sino que su intimidad está expuesta al ojo público, y así se ha vuelto parte esencial de cómo vemos a los artistas y a su obra. Sus actos, por más alejados que estén de lo que plantean sus creaciones, terminan manchando, para bien o para mal, como nos acercamos a películas, al arte y, por supuesto, a los libros.
Esa mirada a la vida de las personas hace parte de la práctica de la cancelación, comunes en las redes sociales. Un claro ejemplo de esta cultura es lo sucedido con la protagonista de la polémica película Emilia Pérez; que ha sido señalada por ciertas publicaciones en redes sociales, en los que se refería a la vestimenta de los musulmanes y a la muerte de George Floyd, entre otros temas, determinando así, en gran parte, la percepción que tenemos de ella como persona y como artista.
Es así cómo, poco a poco, en los márgenes de los libros, en el detrás de cámaras de las películas o de la mano de un pincel, se van dibujando seres monstruosos a los que no sabemos si amar u odiar, pero más allá de esto, nos preguntamos si, por sus acciones ¿acaso merecen ser leídos? ¿Está en nuestras manos de espectadores determinar si siguen disfrutando de la fama o si es mejor que mueran en el olvido?
Hoy queremos explorar algunos de estos “monstruos literarios” para que, usted lector, decida si quiere leerlos o no:
Un poeta para dedicar
Pablo Neruda es, tal vez, el mayor referente de la poesía en español, muchos de nosotros en algún momento de cursilería hemos susurrado al oído de alguien algo como: “Para mi corazón basta tu pecho, / para tu libertad bastan mis alas…” O algún otro fragmento de uno de sus Veinte poemas de amor. Sin embargo, Neruda en sus memorias confiesa y describe cómo violó a una mujer que describe como pobre y paria mientras era cónsul en Ceilán, actual Sri Lanka; además, es bien sabido que nunca fue un buen padre y abandonó a su hija a los dos años.
En este sentido, cabe preguntarnos, ¿la belleza de sus poemas justifica sus actos violentos?, pero también, ¿esos actos violentos restan belleza a los versos que tantas veces hemos dedicado?
Cuando TODO puede ser materia prima para una obra
Truman Capote no fue un criminal, ni un agresor, sin embargo, justificado en su innegable talento y en la necesitad de crear obras de gran valor, fue capaz, en su novela Plegarias atendidas, de traicionar a sus amigos y contar sus secretos más sucios, todo por escribir una crítica a la alta sociedad neoyorquina de la época. Pero no solo se redujo a esto, su obra maestra, A sangre fría, surge a partir de una relación constante con Perry Smith, uno de los asesinos de la masacre que se narra, incluso, se ha sugerido que Capote lo engañó para que le contara la historia y posteriormente esperó su ejecución para así tener “el final perfecto” de su libro.
¿Es válido construir una obra magnífica a costa del dolor de los demás? De no haber cometido tales indiscreciones, engaños y traiciones, ¿hubiéramos podido disfrutar de la genialidad de estas historias?
¿Una generación monstruos?
La Generación Beat reúne a un grupo de escritores estadounidenses de los años 50 que rechazaron los valores dominantes de su época y su país, abrazaron el uso de drogas y una absoluta libertad sexual. Tal vez uno de los más reconocidos, y más monstruosos, es William Burroughs autor de El almuerzo desnudo, una obra transgresora, propia de un intelectual oscuro que siempre vivió en los límites de la moral y los excesos. En una borrachera, jugando a ser “Guillermo Tell” asesina a su esposa (intentaba dispararle a un vaso colocado en su cabeza).
Lo más impactante de esta historia no es el hecho de no haber sido nunca encarcelado, sino que jamás mostró arrepentimiento y, peor aún, aseguró, en alguna ocasión, que precisamente esa muerte fue lo que lo convirtió en escritor; ese homicidio, afirmó, fue su rito de iniciación. ¿Cómo hacemos para leer una obra fundada en una muerte? ¿Es tal vez esa la transgresión necesaria para despertar las mentes creativas dormidas?
Como estos tres autores se dibujan muchos en las márgenes de la historia de la literatura: se habla Kawabata por su representación de las niñas en La casa de las bellas durmientes; de Jorge Luis Borges por su elitismo y supuesto desprecio por la democracia; de Mario Vargas Llosa por sus actitudes misóginas y autoritarias, además de haber sido acusado de ejercer violencia física (golpeó a Gabo en 1976). Todos ellos y muchos otros han llenado el mundo con sus letras, pero su vida, su actuación y pensamiento también hacen parte del legado que dejan a la humanidad.
¿Qué hacer con ellos? Claire Dederer, en su libro Monstruos ¿Se puede separar el autor de su obra?, nos ofrece posibilidades. Es evidente que conocer estos hechos nos causa incomodidad, pido mil disculpas, si la información o mis impertinentes preguntas los llevan a desilusionarse de alguno de sus escritores favoritos. Pero como Dederer propone, una opción es abrazar la incomodidad y hacerla parte de la experiencia de leer literatura, que, como la vida, puede ser inmensamente contradictoria.
Libros recomendados ¿o no?
- Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda
- Plegarias atendidas de Truman Capote
- A sangre fría de Truman Capote
- El almuerzo desnudo de William Burroughs
- La casa de las bellas durmientes de Yasunari Kawabata
- Los Cachorros de Mario Vargas Llosa
- El Aleph de Jorge Luis Borges
- Monstruos ¿Se puede separar el autor de su obra?, de Claire Dederer